24 de julio de 2011

Capítulo 4

El Gran Tour

      Dervish conducía como un loco, a unas cien millas por hora. El Viento rugiendo. Campos borrosos. No había oportunidad de hablar o estudiar el paisaje. Me pasé el viaje con el rostro apretado entre los omoplatos de mi tío, aferrándome a mi querida vida.
Finalmente, llegando a una pequeña villa, él fue más lento. Di un vistazo y capté el nombre en un cartel a medida que salíamos. Villa Carcery.
—Valle Carkerry, —murmuro.
—Se pronuncia Car-sherry, —gruñe Dervish.
—Aquí es donde vives, —observo, recordando la dirección de las tarjetas que escribía y enviaba con Mamá y Gret. (A Mamá no le gustaba el tío Dervish pero ella siempre le enviaba tarjetas de Navidad y cumpleaños).
—En realidad, vivo a unas dos millas más allá, —dijo Dervish, adelantando cuidadosamente a un tractor y saludando al conductor. —Es bastante solitario donde estoy, pero hay muchos niños en el pueblo. Puedes entrar cuando quieras.
—¿Ellos saben acerca de mi? —pregunto.
—Sólo que eres un huérfano que viene a vivir conmigo.
Un camino sinuoso. Con una gran cantidad de baches los cuales Dervish era experto en desviar. Los lados de la carretera están bordeados de árboles. Crecían muy juntos, bloqueando todo salvo los más delgados rayos de luz del sol. Oscuro y frío. Me presiono más cerca de Dervish, abrazando el calor de él.
—Los árboles no se extienden hasta muy lejos, —el dice. —Puedes bordearlos cuando vayas al pueblo.
—No tengo miedo, —murmuro.
—Por supuesto que sí, —rió entre dientes, luego miró hacia atrás rápidamente. —Pero tienes mi palabra que no hay necesidad de tenerlo.

Chez (en casa de) Dervish. Una enorme casa. Tres plantas. Construido a partir de toscos bloques, casi tan grande como esos que he visto en las pirámides. Tenia forma de L. Una parte que sobresale al final está hecha de ordinarios ladrillos rojos y no se ve como el resto de la casa. Tenía muchas decoraciones de madera en la parte superior y en los lados. Un tejado de pizarra con tres enormes chimeneas. El techo de la sección de ladrillo es plana y la chimenea es pequeña en comparación con las otras. Las ventanas de la planta baja se extienden del piso hasta el techo. Las ventanas de los pisos superiores son más pequeñas, redondas y con diseños en las vidrieras de colores. En la sección de ladrillo, eran muy comunes.
—No es mucho, —dijo Dervish con ironía, —pero es mi hogar.
—Este lugar debe haber costado una fortuna, —dije sin aliento, de pie junto a la motocicleta, mirando fijamente la casa, casi con miedo a aventurarme más cerca.
—No realmente, —dice Dervish. —Era un desastre cuando la compré. No tenía techo ni ventanas, el interior estaba destrozado por la exposición a los elementos. La planta baja era utilizada por un granjero local como corral de cerdos. Viví en la extensión de ladrillos durante años mientras restauraba la construcción principal. Sigo teniendo la intención de echar abajo la extensión -no la uso para nada, y difiere de la estructura principal- pero nunca parezco convencerme de hacerlo.
Dervish se quitó el casco, me ayudó a quitarme el mío, luego caminamos alrededor de la parte exterior de la casa. Explica sobre el arquitecto original y la cantidad de trabajo que tuvo que hacer para dejar la casa habitable de nuevo, pero no lo escucho con demasiada atención. Estoy demasiado ocupado evaluando la mansión y el terreno circundante –una serie de campos abiertos, con ovejas y ganado en algunos de ellos, un pequeño bosque al oeste que recorre todo el camino hasta el Valle Carcery, no habían casas vecinas que pudiera ver.
—¿Vives aquí solo? —le pregunto cuando volvemos a la parte delantera de la casa.
—Más o menos, —dijo Dervish. Un granjero posee la mayor parte de la tierra y el se opone al superdesarrollo. Es viejo. Supongo que sus hijos lo venderán en parcelas cuando el muera. Sin embargo, durante los últimos veinte años he tenido toda la paz que un hombre puede desear.
—¿No se siente solo? —pregunto.
—No, —dice Dervish. —Soy bastante solitario por naturaleza. Cuando tengo necesidad de compañía, es cosa de dar un corto paseo al pueblo. Y yo viajo mucho, tengo amigos en todo el mundo.
Nos detenemos en las gigantescas puertas frontales, un par de ellas, como la entrada de un castillo. No hay timbre –solo dos gruesas gárgolas- en forma de aldabas, las cuales miro con recelo.
Dervish no abre las puertas. Me esta estudiando en silencio.
—¿Has perdido las llaves? —pregunto.
—No tenemos que entrar, —dice. —Creo que podrías llegar a amar este lugar con el tiempo, pero es demasiado de asimilar en un principio. Si prefieres, podrías quedarte en la extensión de ladrillo, se que es una monstruosidad, pero el interior es acogedor. O podemos conducir al valle y tu puedes pasar unas noches en B&B hasta que te orientes.
Era algo tentador. Si la casa era la mitad de espeluznante en el interior como lucia desde aquí, seria algo difícil adaptarse. Pero si no me mudaba ahora, estoy seguro que la casa comenzaría a ser mucho más espeluznante en mi imaginación de lo que nunca podrá ser en la vida real.
—Vamos, —sonrío débilmente, levantando una de las gárgolas aldabas y golpeándola con fuerza. —Lucimos como un par de idiotas, estando aquí. Entremos.

* * * * *

El interior era frio, pero estaba muy iluminado. No estaba alfombrado –todo era baldosa o piso de piedra- pero había muchos tapetes y esteras. No había papel tapiz –algunas paredes estaban pintadas, otras sólo la piedra al natural. Lámparas de araña en el vestíbulo principal y el comedor. Lámparas colocadas en las paredes en las otras habitaciones.
Librerías por todas partes, la mayoría de ellas llenas. Tableros de ajedrez también, en todas las habitaciones –Dervish debe estar tan interesado en el ajedrez como Mamá y Papá. Antiguas armas colgaban de muchas paredes –espadas, hachas, mazas.
—Para cuando llame el cobrador de impuestos, —dice solemnemente Dervish, levantando una de las grandes espadas. La balancea sobre su cabeza y ríe.
—¿Puedo probar eso? —pregunto. Él me la da. —¡Maldita sea! —Es P-E-S-A-D-A. Pude levantarla a nivel del muslo pero no mucho más. Hice una rápida de revaloración de tío Dervish –luce enjuto como una rata, pero debe tener músculos escondidos bajo toda la mezclilla.
Deambulamos por las habitaciones de la planta baja. Dervish explicaba para que fueron usada cada una en el pasado, señalando los elementos de interés especial, tales como la cabeza de un oso disecado que tiene más de doscientos años de antigüedad, una jaula donde había un buitre vivo, clavos oxidados que los Romanos utilizaban para crucificar a la gente.
Había un gran tanque de peces vacio en una sala de estar principal, en frente de una pared. Dervish se detiene y golpea ligeramente la estructura con las uñas. —El último propietario de este lugar –antes de que se fuera a la ruina- era un tirano llamado Lord Sheftree. Mantenía pirañas vivas en el tanque. Un día, una mujer se presentó con un bebé –ella afirmó que era suyo, y le pidió dinero para pagar su mantenimiento.
Dervish se agachó y miró el interior del abandonado acuario, como si todavía alrededor estuviera lleno de peces multicolores.
—Lord Sheftree la invitó a quedarse por un noche, —el dice calmadamente. —Mientras ella estaba durmiendo, se deslizó en su habitación y le quitó el bebé. Lo trajo hasta aquí y alimento con él a las pirañas. Luego sacó los huesos y los enterró. La mujer levantó al todopoderoso infierno, pero los equipos de búsqueda no pudieron encontrar el cadáver y nadie la había visto llegar con un niño –por lo que no había pruebas de que alguna vez tuvo uno. Ella despotricaba y deliraba y con el tiempo fue llevada a un asilo mental. Ella se ahorco ahí.
—Años más tarde, cuando Lord Sheftree era un hombre viejo y su mente divagaba, se jacto sobre el asesinato con una de sus criadas, y le dijo donde había enterrado los huesos. Ella los desenterró e informó a la policía. Ellos vinieron a arrestarlo, pero los aldeanos locales llegaron primero. Fue encontrado descuartizado en pequeños trozos –todos los cuales habían sido arrojados al tanque de las pirañas.
Dervish se detuvo y yo lo miré silenciosamente intimidado.
Se levantó y me enfrentó. —No estoy diciendo esto para asustarte, —dice sonriendo, —pero esta casa tiene una larga y sangrienta historia. Hay decenas de historias de terror, ninguna tan horrible como esa, pero todas revuelven bastantes las tripas. Creo que es mejor que tú conozcas su pasado ahora, de mí.
—¿Está… ¿Está la casa embrujada? —resuello.
—No, —respondió seriamente. —Es segura. No te habría traído aquí si no lo fuera. Si las pesadillas del pasado te resultan demasiado agobiantes, eres libre de irte. Pero no tienes nada que temer del presente.
Asentí lentamente, pensando sobre Lord Sheftree y sus pirañas, preguntándome si tenía el valor de pasar la noche en una casa como esta.
—¿Estás bien? —preguntó Dervish. —¿Te gustaría salir a tomar aire fresco?
—Estoy bien, —murmuro, dándole la espalda a la pecera, actuando como si oyera ese tipo de cosas todo el tiempo. —¿Qué hay arriba?

En su mayoría habitaciones en el primer piso. Todas están equipadas, las camas recién hechas, aunque Dervish dice que solo cuatro o cinco de las habitaciones se han utilizado desde que renovó la mansión.
—¿Por qué molestarse con las camas entonces? —Pregunté.
—Si algo vale la pena hacerlo, vale la pena hacerlo bien. —dijo riendo.
Algunas de las camas eran de cuatro postes, importadas de países extranjeros, con historias tan antiguas y macabras como las de la casa. Sólo cuando Dervish estaba contándome sobre una cama en particular, en la cual un aristócrata Francés se ocultó por cuatro meses durante la revolución, pensé cuan mucho debe haberle costado.
—¿Qué haces? —le pregunto a mi tío. Suena ridículo, pero no recuerdo a Papá o Mamá mencionar el área de trabajo de Dervish.
—Escarceó con las antigüedades, —dice. —Los libros raros son mi especialidad –en particular los libros sobre lo oculto.
Dervish me mira inquisitivamente –No hemos mencionado a los demonios desde que me recogió en el instituto. El me esta ofreciendo la ocasión de hablar sobre ellos. Pero no estoy dispuesto a discutir sobre el Señor de la Destrucción y sus secuaces aún.
—Tienes que ser bueno en ello, para permitirte un lugar como este, —le digo, deslizándome fuera de las grandes cuestiones y problemas.
—Es un hobby, —objeto, guiándome por un largo pasillo lleno de retratos y fotografías. —El dinero es bueno, pero no te preocupes mucho por él.
—Entonces, ¿cómo pagas todo esto? —pregunto entrometidamente.
Dervish acelera el paso. Creo que el está evitando la pregunta, pero luego se detiene en uno de los retratos más antiguos y lo señala. —¿Lo reconoces?
Estudio el rostro del anciano –surcado de arrugas, con una nariz grande, pero por otra parte poco espectacular. —¿Es famoso? —pregunto.
—Solo para nosotros, —dijo Dervish. —El es tu tátara-tátara-tátara-abuelo. Bartholomew Garadex. Ese era el nombre original de la familia, de nuestro lado paterno que luego se redujo a Grady cerca de los tiempos de mi bisabuelo. —Señala un retrato cercano. —Ese es él. —Agitando una mano, en general, añade. —Todos ellos son parte de nuestra familia. Garadexes, Gradys, Bells, Moores, si uno de nuestros parientes ha sido fotografiado o pintado lo más probable es que estén aquí.
Volviendo al retrato de mi tátara-tátara-tátara-abuelo, el dice, —Bartholomew era notablemente inteligente. El comenzó con nada pero había amasado una fortuna para el momento de su muerte. Todavía estamos viviendo de ella –por lo menos, yo lo hago, Cal prefirió hacer su propio camino en el mundo,  y solo echa mano en las arcas de la familia en emergencias.
—¿Cuánto queda? —pregunto.
—Bastante, —dijo Dervish vagamente. —Tu tátara-tátara-abuelo –un bisnieto de Bart- perdió la mayor parte de ella. Luego su hijo –el que cambió el nombre de la familia- la restauró. Desde entonces ha sido bastante constante, ya que mucho de ellos invirtieron en acciones y propiedades las cuales producen beneficios estables.
—¿A quién ira esta cuando… —me detengo y ruborizo. —Quiero decir, ¿Quién es su heredero?
Dervish no me responde inmediatamente. El mira el rostro en el retrato, como si la viera por primera vez. Luego mira hacia otro lado y dice en voz baja, —No tengo hijos. He querido proporcionar parte de los vienes a varios amigos y sus causas. Yo siempre supuse que la mayoría de mis bienes irían para Cal y sus hijos. Puesto que eres el único superviviente…
Mi estómago se tensa –Dervish suena como si me acusara de preocuparme más por el dinero que por mi familia. —Me gustaría cambiar cualquier fortuna si pudiera traer a Mamá, Papá y Gret de vuelta. —gruñí.
—Por supuesto que sí. —Dervish frunce el ceño, me mira extrañamente y me doy cuenta que solo imaginé la acusación.
—Vamos, —dice Dervish —Hay otro piso para explorar –y un sótano.
—¿Un sótano? —pregunto con nerviosismo.
—Sí, —dice. —Ahí es donde entierro los cuerpos.
Me congelo, y él tiene que detenerse y darme un amplio guiño antes de que capte la broma.

Un gran espacio del segundo piso ocupado para el almacenamiento –habitaciones llenas de cajones, estatuas y cajas de libros. Hay un par de pequeñas habitaciones, incluyendo la de Dervish, y la habitación principal –su estudio.
A diferencia de cualquier otra habitación de la mansión, el estudio de Dervish estaba alfombrado y las paredes estaban recubiertas con paneles de cuero. Era una sala colosal, del tamaño de siete u ocho de los dormitorios, con dos escritorios más grandes que la mayoría de las camas que he visto. Había estanterías de libros, las cuales tenían diminutos números de libros que estaban cuidadosamente organizados. Él tenia un PC, un ordenador portátil, una maquina de escribir, varios cuadernillos para escribir y una gran cantidad de bolígrafos. Había cinco juegos de ajedrez en la habitación, cada uno diferente; uno hecho enteramente de cristal, otro con piezas de oro sólido. Una espada y un hacha colgaban de cada pared, sus pomos incrustados con piedras preciosas, sus hojas brillando intensamente.
—Esto es salvaje, —sonrío, rodeando el estudio, revisando algunos títulos de los libros –todos tenían que ver con fantasmas, hombres lobos, magia y otros temas relacionados con lo oculto.
—Uno de mis más raros hallazgos, —dice Dervish, cogiendo un libro y sonriendo mientras lo hojea.
—Lo bueno de tener un montón de dinero es no tener que vender para sobrevivir.
—¿No tienes miedo de los ladrones? —pregunto. —¿No estaría más seguro esto en un museo?
—El contenido de este sitio esta protegido, —dice. —Cualquier persona es libre de saquear el resto de la casa como les plazca –pero no pueden tomar nada de aquí.
—¿Qué clase de sistema de seguridad usas? —pregunto. —¿Láser? ¿Sensores de calor?
—Magia
Comienzo a sonreír, pensando que esto otra de sus bromas, pero su expresión sombría me pone nervioso.
—He lanzado algunos de mis hechizos más poderosos en esta sala, —dice. —Todo el que entra sin mi permiso se encontrará con serios obstáculos. Y yo no uso es expresión a la ligera.
Dervish se sienta en el gran sillón de cuero detrás de uno de los escritorios y se balancea suavemente de derecha a izquierda mientras se dirige a mí. —Sé que no hay nada tan tentador como la fruta prohibida, Grubitsch, pero tengo que pedirte que no entres a la habitación cuando no este aquí. Hay conjuros que puedo lanzar para protegerte -y hechizos que te puedo enseñar cuando estés listo para aprender- pero es mejor no tentar la suerte.
—¿Eres… —Tengo que humedecerme los labios para continuar. —¿Eres un mago?
—No, —se rio. —Pero conozco muchos caminos de la magia. Bartholomew Garadex era un mago –entre otras cosas- pero no ha habido ninguno en la familia desde entonces. Los magos reales son poco frecuentes. Tu no puedes convertirte en uno –tu tienes que haber nacido con ella. La gente común como tu y yo puede estudiar magia y hacer que funcione en cierto grado, pero los verdaderos magos tienen el poder natural para cambiar la forma del mundo con solo chasquear sus dedos. No serviría de nada tener mucha gente con ese tipo de poder dando vueltas por ahí. La naturaleza nos limita a un o dos por siglo.
—¿Es… —Odio decir su nombre en voz alta, pero debo hacerlo. —¿Es el Señor de la Destrucción un Mago?
Los ojos de Dervish se oscurecen. —No. Él es el señor de los demonios. Él es tan superior a los magos como los magos del resto de nosotros.
—Cuando yo… estaba escapando… usé la magia.
—Para pasar por la entrada del perro. —Él asiente. —Muchos de nosotros tenemos el potencial mágico. Por lo general permanece inactivo, pero la presencia de los demonios te permitió aprovechar el tuyo. La magia dentro de ti reaccionó a ellos. Sin ella, hubieras muerto, junto con los demás.
Me quedo sin palabras frente al Tío Dervish. Habla de manera honesta, por su total naturalidad, el podría estar hablando de un problema matemático. Hay tanto que quiero preguntar, tantas preguntas. Pero este no es el momento. No estoy preparado.
Me rasqué la cabeza y arranco un largo cabello rojo de detrás de mi oreja izquierda. Lo froto entre mis dedos hasta que se cae, entonces miro a Dervish y sonrió vacilantemente.
—Estaré de acuerdo en permanecer fuera de su estudio si ti haces algo por mí a cambio.
—¿Qué? —pregunta, y puedo decir que esta esperando una gran petición.
—¿Podría llamarme ‘Grub’? No puedo soportar ‘Grubitsch.’

El sótano esta lleno de bastidores de vino y botellas polvorientas.
—Mi otro gran amor, aparte de los libros, —Dervish ronronea, limpiando la etiqueta de una botella verde. El avanza, las luces se encienden delante de él mientras camina. Me pregunto si se trata de magia, hasta que diviso un sensor detector de movimiento sobre su cabeza.
—¿Bebes vino? —pregunta, guiándome a uno de los muchos pasillos de la bodega.
—Mamá y Papá nos dejaban beber una copa en la cena a veces, pero realmente no me gusta.
—¡Impactante! —desaprueba. —Voy a tener que educar tu paladar. El vino es tan variado e imprevisible como la gente. Hay algunas cosechas con las que no puedes llevarte, no importa cuando famosa o popular sea, pero siempre encontrarás alguna que te guste -si buscas lo suficiente.
—Se detiene, escoge otra botella, la evalúa y la sustituye. —Yo vago durante horas aquí abajo algunos días, —suspira. —La mitad del placer de tener una colección tan buena es olvidar lo que hay aquí y volver a descubrirlo por casualidad años más tarde. La elección de una botella puede ser casi tan divertida como el beber de ella. —Resopla. —‘¡Casi!’
Volvemos a la escalinata que conduce a la concina y él se detiene. —Tengo que pedirte que no vengas por aquí tampoco, —dice. —Pero esto no tiene nada que ver con hechizos o magia. La temperatura y la humedad en que se mantienen es la justa. —Junta el pulgar y el índice izquierdo. —Soy bastante fácil de llevar cuando se trata de posesiones materiales, pero en cuanto a mi vino concierne, soy increíblemente malhumorado. Si causas algún accidente… —Sacudió la cabeza sombríamente. —No diría tanto, pero en silencio te despreciaría para siempre.
—Voy a mantenerme alejado, —me río. —Iré a la bodega de vinos solo si quiero emborracharme.
Dervish sonríe y lidera el camino hacia arriba. Las luces se apagan automáticamente detrás de nosotros, dejando el sótano en una fría, oscura precisión.

* * * * *

—Y eso es todo.
De vuelta en donde comenzamos, la sala principal, bajo la gigante lámpara-araña. Dervish mira su reloj. —Por lo general ceno a cualquier hora entre las cinco y las siete. Puedes comer conmigo –soy un pequeño cocinero ingenioso, si puedo decirlo yo mismo- o puedes hacer tu propia comida y te alimentas en cualquier momento. El congelador está repleto de pizzas y cenas de microondas.
—Comeré con usted, —le digo.
—Entonces te gritaré cuando este listo. Mientras tanto, siéntete libre de explorar dentro o fuera. Y recuerda –no puedes sufrir daño aquí.
Se dirige al conjunto de anchas escaleras de mármol que conduce a la primera y segunda planta.
—¡Espere! —lo detengo. —Nunca me mostró mi habitación.
Dervish se golpea la frente en broma. —Ya te acostumbrarás a eso. —Se ríe. —Siempre paso por alto lo obvio. Bueno, hay catorce habitaciones para elegir –cualquiera excepto la mía es tuya si la quieres.
—¿Usted no tiene una habitación destinada para mi? —Pregunto sorprendido.
—Pensé en eso, —responde. —Pero decidí permitirte elegir por ti mismo. Puedes probar tantas como quieras. Si deseas permanecer en el piso superior, cerca de mi, puedes –aunque las habitaciones son muy modestas en comparación con las del primer piso.
El consejo es un imaginario sombrero para mi, entonces trota las escaleras hasta su estudio.
Estando solo en la enorme sala. La casa cruje a mi alrededor. Me estremezco, luego recuerdo la promesa del Tío Dervish –No puedes sufrir daño aquí. Sacudí la piel de gallina antes de que se afianzara.
Recojo mi maleta, la cual deje en la puerta principal cuando llegamos, subo las ornamentadas escaleras y voy en busca de las bien cuidadas, extensa variedad de habitaciones para poder dejar mis pertenencias y llamarla mía.

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