24 de febrero de 2012

Capítulo 3 - Demon Thief


3. La Bruja

Traducido por: Jenni

Corregido por: Jess



Paskinston es un lugar callado, con un par de pequeñas tiendas, una desmoronada escuela, una rechoncha, fea y moderna iglesia y no mucho más. Está en el medio de la nada. A muchos kilómetros de cualquier ciudad o pueblo. Los cortes de corriente son comunes. La recepción de radio y televisión es mala. Los carros son antiguas carcachas. Es un lugar donde esperas encontrar a mucha gente vieja, pero de hecho, la mayoría de los aldeanos son padres jóvenes y sus hijos. Hemos estado aquí ya casi un año. No es tan malo. Callado y limpio. Hay muchos lugares abiertos alrededor. Nada de contaminación, ni crímenes. Las personas son relajadas y amistosas. Algunos trabajan en ciudades y pueblos, pero más que todo es local. Algunos son artesanos y artistas. No llegan muchos turistas, pero los artesanos ―como papá los llama― abastecen muchas tiendas de turistas a lo largo del país. Los instrumentos musicales son las especialidades de los aldeanos. Tradicionales, tallados, credos con amor y empacados, a un precio alto.





Papá obtuvo mucho trabajo pintando instrumentos. No le pagaban muy bien pero no necesitas mucho dinero en Paskinston. Está más feliz de lo que alguna vez estuvo en la ciudad, al fin puede llamarse un artista. Mamá ayuda a niños con problemas de aprendizaje, y suele dar algunas clases en la escuela cuando alguno de los profesores está enfermo. También está feliz, más de lo que ha sido desde que Anabella murió.

Mis papás ya nunca hablan de cuando Art y yo nos perdimos. Es un tema prohibido. Si lo menciono cambian de tema inmediatamente. Una vez, cuando lo mencioné, mamá me regañó, maldijo y me dijo que nunca más lo mencionara.

¿Y yo? Bueno, estoy bien. Papá tenía razón. Los niños son más agradables que en la ciudad. Me hablan en la escuela, me incluyen en sus juegos, me invitan a sus casas a leer y a jugar, me llevan a acampadas dentro del pueblo en los fines de semana. Nadie me molesta, o dice cosas feas, o me trata como a un fenómeno. (Claro que ayuda que no menciono los parches de luz).



Pero aun así no encajo. Me siento fuera de lugar. Es difícil hablar libremente, unirme, comportarme naturalmente. Siempre siento que estoy actuando. La mayoría de los niños de Paskinston nacieron aquí o se mudaron cuando eran muy pequeños. Es el único mundo que conocen y creen que es perfecto. No estoy de acuerdo. Aunque estoy más feliz que cuando estaba en la ciudad, extraño el cine y los museos. Excepto no tener amigos, extraño ser parte de una gran ciudad cuando había algo nuevo que ver o hacer. El pueblo es lindo, pero un poco aburrido. Aunque los niños son buenos conmigo, sigo sin un verdadero amigo.

Pero no me importa porque ya no me siento miserable. No estoy seguro de porque pero no me siento solo últimamente. Estoy feliz de estar con mamá, papá y Art. Especialmente Art. Puede que sea solo un bebé pero, amo tenerlo conmigo, explicarle el mundo, decirle sobre libros, televisión y la vida, tratar de enseñarle a hablar. Ya debería hablar, pero hasta ahora no ha dicho ni una palabra. A mamá y papá no les importa. Dicen que Einstein era más grande que Art antes de hablar. Pero no creo que Art sea como Einstein, le gusta mucho jalar orejas, morder a la gente y eructar para ser un genio.

Art es todo lo que necesito del mundo ahora. Me hace compañía mejor que cualquier amigo. Como dijo papá una vez cuando me sentía solo y trataba de animarme: “¿Quién necesita amigos cuando tienes a la familia?”



Para llegar a la escuela, tengo que pasar por la casa de la bruja. La “bruja” es la Sra. Egin. Hay treinta y siete familias, y seis personas solteras en Paskinston, y todo el mundo se la lleva bien con todo el mundo. Hay un gran sentido de comunidad. Todos se interesan y velan por los demás, charlan entre sí cuando se encuentran en la calle, y hacen grandes fiestas cada pocos meses, en donde todo el mundo asiste, excepto la Sra. Egin. Ella vive sola en una casa vieja y sucia, y casi nunca tiene nada que decirle a nadie. Sale a diario a dar una larga caminata y a sacar agua del pozo. (Hay agua corriente en Paskinston, pero la Sra. Egin y algunos otros prefieren sacar la de ellos de un viejo pozo en el centro del pueblo). De otra manera, raras veces se le ve. Pasa casi todo el tiempo con las puertas cerradas, detrás de largas cortinas, haciendo lo que sea que hagan las brujas. Estoy seguro de que no es una bruja, pero los demás niños la llaman Pricklish, bruja de Paskinston. También algunos adultos lo hacen.



No hay una verdadera escuela en Paskinston, solo un establo modificado que se usa como escuela hasta que los pueblerinos construyan una apropiada. Hay tres maestros, (dos son voluntarios), viejos escritorios, sillas tambaleantes, y un par de agotados pizarrones, y nada más, excepto los viejos baños en la parte de atrás. Un cambio radical comparado con mi escuela en la ciudad.

La escuela está bajando la calle, a la derecha de la esquina donde vivimos. Para llegar tengo que pasar por la casa de la Sra. Egin. Podría ir por otro lado y dar vuelta alrededor de las casas si quisiera. Pero la Sra. Egin nunca me ha hecho nada malo. Ni siquiera me ha hablado en todo el año que hemos vivido aquí. Ni siquiera me da miedo.



Hoy salí de la escuela como siempre. Las clases empezaron a las nueve y media de la mañana, pero normalmente llego a las nueve, para jugar con los otros chicos que ya esten ahí. He intentando encajar, ser como ellos, ser aceptados. No es que me preocupa si no lo hacen.

― ¿Te vas a la escuela? ―pregunta mamá cuando voy saliendo.

―Sí.

― ¿Quiéres llevar a Art a la guardería?

―Claro.

La improvisada guardería es otro establo modificado, justo al lado de la escuela. Seguido llevo a Art. Él es pequeño y delgado. Aunque tiene una cabeza grande. Papá dice que es una señal de que tiene mucho cerebro. Pero creo que es porque tiene el cráneo grueso. ¡Mejor para los cabezazos! Detengo a Art, quien intenta morder las manos de un soldado de muñeco y lo levanto. El forcejea, ansioso por terminar al soldadito.

―Basta―, gruño. Art se calma de inmediato. Siempre hace lo que le digo. Es más obediente conmigo que con mamá y papá. Mamá dice que es una señal de que en verdad me quiere. Me siento orgulloso cuando dice cosas así, aunque usualmente frunzo el ceño, no quiero que piense que soy débil.

Art es pálido como mamá, con cabello negro y sucio, parece que nunca se lo lavara. Mamá siempre se queja de su cabello. Regularmente lo amenaza con dejarlo calvo como yo. (No es que necesite una afeitada, he sido calvo desde nacimiento). Ella dice que todos los chicos deberían ser calvos. Hace mucho más sencillo cuando una mujer cuida de ellos.



Lanzo a Art en el aire y lo atrapo. Él se ríe y gorjea para que lo haga de nuevo. Comparo mi piel con la suya cuando lo lanzo de nuevo. Soy mucho más moreno, de un color más marrón cremoso. Más como papá que como mamá. No parecemos hermanos, mamá dice que es bueno, así no nos compararán cuando estemos más grandes. Bajo a Art y nos dirigimos a la puerta, lo cargo como a una patineta, bajo uno de mis brazos. Él mueve sus puños, buscando a algo que golpear. Casi nunca me muerde o me golpea. Pero soy el único que está a salvo a su alrededor. Ha dejado a mamá con un ojo morado un par de veces, y una vez le mordió la uña a papá. Será una pesadilla cuando sea un poco mayor.



Vamos bajando por la calle. No hay nadie alrededor. Un callado día de primavera. Los pájaros cantan en los arboles. Una vaca muge a la distancia. Me siento calmado y felíz. Esperando el verano. Papá dice que quizás vayamos a la playa por un o dos semanas. No hemos ido de vacaciones desde que dejamos la ciudad. Estoy emocionado.



― ¿Nunca has ido a la playa verdad? ―le digo a Art. ―Es genial, mas arena de la que puedes imaginar. Agua salada, no como la del estanque de aquí. Algas marinas. Podemos nadar y hacer castillos de arena. Comer helado y dulces. Te encantará. Y si no podemos ir, bueno, iremos a acampar aquí. Encontraremos un lago, tal vez un pueblo pequeño, con un cine y emocionantes juegos y…

― ¡Ladrón! ―alguien chilla.

Acabamos de pasar la casa de la bruja. Miro hacia atrás. La puerta de enfrente está abierta. La Sra. Egin está de pie en el porche. Sus ojos son salvajes y ella está temblando. Su cabello normalmente está atado en una cola de caballo, pero hoy está suelto, las hebras flotando por su rostro con la briza.

― ¿Quién es el ladrón? ―murmura, tambaleándose hacia mí.

― ¿Sra. Egin? ¿Se encuentra bien? ¿Necesita que la ayude? ―bajo a Art y lo pongo a mi derecha, cubriéndolo con mis piernas, en caso de que se caiga encima de él. La Sra. Egin se detiene a menos de un metro de nosotros. Murmurando para ella, palabras extrañas, ningún lenguaje que conozca. Sus labios están sangrando, se los ha mordido en varios lugares. Sus están dedos meneándose como diez serpientes enojadas.

― ¿Sra. Egin? ―pregunto, suavemente, mi corazón se acelera.

―Que lindo niño―, dice la bruja, sus ojos están fijos en Art. Él la mira silenciosamente. La Sra. Egin se inclina e intenta alcanzarlo, arrullándolo y sonriendo torcidamente.

―Déjelo―grito. Arrastrándolo detrás de mí, parándome firmemente frente a él, bloqueándole el camino.

― ¡No es tuyo! ―gruñe, mirándome. Nunca he visto que un adulto me mire de esa forma, con un odio total. Me asusta. Siento ganas de orinar. Muevo mis piernas para no tener un accidente. Pero tan asustado como me siento, no me muevo. Estoy firme. Tengo que proteger a Art.

― ¿Está enferma, Sra. Egin? –pregunto, mi voz suena más calmada de lo que estoy.

― ¡Encúentralo! ―grita en respuesta. ― ¡Encuentra al ladrón! Bonito bebé ―le sonríe a Art de nuevo, y luego murmura para sí, como por un minuto, pero haciéndole gestos a Art, como si estuviera lanzándole un hechizo. Miro en busca de ayuda pero no hay nadie. No puedo solo quedarme aquí y dejar que siga. Sin decirle que haré y sin quitar mis ojos de encima, me agacho, agarro a Art e incómodamente lo subo a mi espalda. Art chilla felizmente, piensa que le daré un paseo de caballito.

―Tenemos que irnos ahora―digo, alejándome. La Sra. Egin sigue mirando a donde estaba Art. Noto que los parches de luz alrededor de nosotros están parpadeando. Están más cerca que de costumbre, como si nos rodearan. Pero no puedo preocuparme por las luces, con la Sra. Egin actuando como una verdadera bruja loca.

― ¡Pronto! ―ladra y sus ojos dan vuelta. ―Todo pasará pronto. Pensaron que no estaba en mí. Dijeron que era débil. Pero se equivocaron. Tengo el poder. Puedo servir. ―Sus manos se quedan quietas. Sus ojos se suavizan. ―merese morir―, dice calladamente.

Lagrimas de confusión y miedo resbalan por mis ojos. ―Sra. Egin, yo… buscaré ayuda… buscaré a alguien que…

― ¡Ladrón! ―grita, callándome, loca y salvaje de nuevo. Sus manos suben y bajan, y se agitan furiosamente contra mí.

― ¡Encuentra al ladrón! ¡Pronto! Ya verás. La loca y vieja bruja se irá en una nube de humo. Boom, Kernel Fleck. ¡Boom! ―se ríe histéricamente. Cuando escuchas a una bruja reír en una película es gracioso. Pero esto no lo es. La risa me duele en los oídos, hace que resuene desde dentro. Casi espero que comience a sangrar.

―Tengo que irme―digo rápidamente y me volteo. Deslizando a Art frente a mí, protegiéndolo de ella.

―Kernel―dice la bruja, con un tono firme y frío. Con retinencia, me detengo y la miro. ―No le dirás a nadie lo que viste hoy―. No es una pregunta.

―Sra. Egin…. Necesita ayuda… Creo…

Escupe en el piso, al lado de su pie derecho. ―Eres un tonto. No soy la que necesita ayuda, tu sí. Pero no importa. No le dirás a nadie. Porque si lo haces. Entraré a tu cuarto en la noche cuando estés dormido, y degollaré tu garganta desde tu oreja izquierda hasta la derecha―. Usa un tembloroso dedo índice para ilustrarlo.



Eso fué demasiado. Pierdo el control y para mi vergüenza, siento mis pantalones mojados. Afortunadamente, la Sra. Egin no lo nota. Ya se ha dado la vuelta. Camina a su casa. Se detiene frente a la puerta. Mira arriba. Hay un parche de luz rosada de seis lados parpadeando rápidamente sobre su cabeza. Lo alcanza y lo aprieta. El parpadeo se detiene, como si la luz tuviera miedo y ella la calmara.

―Pensaste que eras el único que podía verlas―dice cuando la miro, estoy en shock―, pero yo también puedo. Ahora. Por un tiempo. Hasta que me lleven.

Luego entra a la casa y cierra la puerta. Por un largo rato me detengo ahí, peleando con las lagrimas, mis oídos aun zumbando, quiero salir corriendo y nunca regresar. Pero no puedo hacerlo. No puedo ir a la escuela con los pantalones mojados. Así que me apresuro a casa, apretando a Art fuerte contra mi pecho, alejándome lo más que puedo de la casa de la bruja.

5 comentarios:

  1. gracias por el cap cuando supes el otro?

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  2. hola me gustn las series de darren shan, gracias por la traduccion de los libros, me hace muy feliz leerlos.
    gracias de nuevo

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  3. Que fantastico capitulo. Cuando suben el proximo? Estoy Ansioso.

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  4. Tengo que salir, pero vuelvo en 2 hs aprox. y subo el 4to cap.
    Saludos

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