24 de noviembre de 2011

CAPÍTULO 7 COMPLETO

7. MATANZA EN EL BOSQUE
Corregido por: Tania
Rutinas, tareas del hogar, un montón de juegos de ajedrez con Dervish y Bill-E.
Dervish le enseñó a jugar , así que juega mucho mejor que yo, aunque a veces se desconcentra y consigo ganarle más veces de lo que lo normalmente.
Miro televisión, paseo con Bill-E, jugamos fútbol o exploramos los campos; eso cuando no estamos instalados frente a la colosal pantalla o perdiendo la cabeza en torneos de ajedrez.
 
Ahora soy conocido en Carcery Vale. Bill-E me presentó con los comerciantes y me interiorizó sobre los chismes, así que ahora me aceptan de la misma forma que harían con cualquier otro chico. Pasan tiempo conmigo cuando voy de compras, me preguntan acerca de Dervish y mi opinión sobre la mansión, y me cuentan historias sobre su sangriento pasado, tratando de asustarme.
Bill-E también me lleva a visitar a la Abuela y al Abuelo Spleen. ¡Una pareja de guerreros! Con los ojos rasgados, unas lenguas mordaces, vestimenta monótona, y una casa que parece estar en un estado de oscuridad perpetua. El Abuelo Spleen rememora los viejos tiempos y la forma en que Carcery Vale se ha vuelto deplorable; mientras la abuela se encorva en el patio trasero, sirviendo el té y las galletas, su mirada desafiándome a derramar migas sobre la alfombra.
Ambos tienen mucho que decir acerca de Dervish, pero nada bueno.

No está bien que viva por ahí sin compañía.
Una casa como esa es demasiado grande para un solo hombre.
Debería estar casado, ¡pero nadie lo quiere!
Si hace algo incorrecto, háznoslo saber.

Bill-E sonríe disculpándose cuando nos vamos.
Amo a mis abuelos, pero sé cómo son, así que no te obligare a venir muy a menudo.
Me encojo de hombros como si no fuera gran cosa, pero agradezco al cielo en silencio. No sé cómo los soporta. ¡Yo habría escapado de casa hace años si hubiera estado enjaulado con un par de viejos malhumorados como esos! Aunque, pensándolo dos veces, supongo que es mejor tener a unos abuelos gruñones como padres, que no tener ningún padre en absoluto.
Me quejé mucho de mamá y papá cuando estaban... todavía conmigo. Tenían sus defectos, como todo el mundo, pero no me quejaría si estuvieran conmigo... vivos. Sus asesinatos no están muy lejos de mis pensamientos, los recuerdos de Vein, Artery y Lord Loss me persiguen. Muchas noches me despierto gritando, golpeando la oscuridad con mis manos, mis ojos enloquecidos, imaginando demonios conmigo en el cuarto, debajo de la cama, en el armario, arañando la puerta.
Dervish siempre está ahí cuando me despierto de mis pesadillas, sentado en mi cama, pasándome una taza de chocolate caliente o una toalla para secarme el sudor de la cara. Nunca dice mucho, ni pregunta sobre lo que estaba soñando, y se va tan pronto como me haya calmado.
No hemos hablado sobre los demonios. Me parece que Dervish quiere hacerlo, pero me niego a acercarme nuevamente a ese mundo de tinieblas. Deja libros en mi habitación, o abiertos sobre la mesa del primer piso, que hablan sobre monstruos, demonios y magia. En primera instancia los evitaba, sin embargo luego los leí y miré unas cuantas imágenes, atraído por el misterio de ese otro mundo, a pesar de mi miedo.
No hay fotos de mis demonios en los libros, he echado un vistazo a algunas de las muchas enciclopedias que hay en la mansión, pero no aparece mención alguna, ni de Lord Loss, ni de sus familiares.


Viernes. Escucho unos CDs que compré en el Valle, cuando de pronto se oye un rugido afuera, de una motocicleta aproximándose, pero no se trata de Dervish, él está en su estudio. Me arrastro hasta la ventana y miro en secreto al motociclista desmontar, es una mujer vestida de cuero negro, con una larga cabellera rubia que cae sobre sus hombros cuando se quita el casco. Se estira con las manos muy por encima de su cabeza. ¡Ay Caramba! Bajo las escaleras rápidamente, pero no tan rápido como Dervish, quien ya se encuentra abriendo la puerta. Alcanzo a ver el atisbo de una gran sonrisa en su rostro antes de que comience a gritar:
¡Meera! Pensé que llegarías en unos días más. ¿Por qué no llamaste?
Porque tú nunca atiendes— dijo la mujer, reuniéndose con Dervish en la puerta y abrazándolo fuertemente. De pronto lo aleja y estudia su rostro. —¿Cómo te está yendo, cariño?
No tan mal—, se ríe Dervish.
¿Cómo está el huésped?— me dirige la mirada por sobre el hombro de Dervish. —Oh, no importa, le preguntaré yo misma.— avanza hacia mí y me ofrece su mano, así que la saludo cortésmente. —Meera Flame—se presenta. Sonríe, y resulta deslumbrante. —Y si conozco a Dervish, no te ha hablado de mí, ¿verdad?
Sacudo la cabeza tontamente. ¡Creo que estoy enamorado!
Grubbs Grady, Meera Flame— dice Dervish. —Meera es una gran amiga, viene y se queda unos días con bastante regularidad. Quise decirte que estaba en camino, pero se me olvidó.
Es un inútil, ¿no?— dice Meera riendo.
En algunas cosas—, murmuro, encontrando finalmente mi voz.
Meera baja la cremallera de la parte delantera de su chaqueta de cuero, dejando al descubierto una camiseta con un lema contra la guerra. Se quita la campera, luego se sienta en las escaleras y se quita las botas y los pantalones, lleva pantalones cortos debajo.
Siéntete como en casa—, dice Dervish irónicamente.
¿No lo hago siempre?— contesta Meera. Me sorprende comiéndomela con la mirada, y me guiña un ojo. —¿Tienes novia, Grubbs? Si no es así, ¡cuidado! ¡Me gustan los hombres más jóvenes!
Me sonrojo como un camión de bomberos mientras Meera se desliza a través de la cocina en busca de una bebida.
Dervish se ríe. —Estas increíblemente rojo.
Frunzo el ceño. —¿Qué quieres decir?
¡Que hay vapor saliendo por tus orejas!
Antes de que pueda pensar en una respuesta, Meera llama desde la cocina.
¡Whoops! He derramado leche sobre mi remera. ¿Puedes venir y ayudarme, Grubbsy?
¡Creo que mi vida está a punto de volverse muy interesante!

Ah—, dice Bill-E con una sonrisa de guepardo. —La misteriosa Meera Flame. Es sexy, ¿no?
¡Y no es como si no fuera consciente de ello!— resoplo. —No ha dejado de coquetear conmigo desde que llegó. ¡Mis mejillas se sienten como si les hubieran dado cachetadas una docena de veces hoy!
Nos encontramos tomando unos batidos en la cocina. Dervish y Meera han salido a cenar.
No te preocupes por eso—, dice Bill-E. —También lo hace conmigo, le gusta hacer a los hombres (y a los muchachos) sonrojarse.
Entonces está haciendo un buen trabajo—, murmuro, y luego toso. —Ella y Dervish... ¿son...?
No— responde Bill-E. —Sólo amigos. Ella viaja mucho, y siempre a algún lugar exótico. Viene a quedarse de vez en cuando, otras veces se van de vacaciones juntos y pasean en bicicleta, pero Dervish dice que no pasa nada, y no creo que mienta. ¡¿Quién podría quedarse callado si tuviera una novia como esa?!


Sábado. Esta mañana Meera me despertó con el desayuno en la cama. Entró sorpresivamente, usando una bata y (De acuerdo a mi imaginación) nada debajo, y se sentó a charlar conmigo mientras yo comía, preguntándome acerca de la vida con Dervish y lo que pensaba de Carcery Valley,
Aburrido como el infierno, ¿no es así? —, dijo, luciendo sencillamente hermosa. Fue increíblemente difícil mantener mis ojos en mi tostada y huevos fritos.
Bill-E llegó temprano para ver Meera, y ella hizo escándalo sobre su llegada como si fuera una mamá gallina.
¡Cuanto has crecido! ¡Estás más robusto! ¡Convirtiéndote en un hombre! ¿Cuándo vas a raptarme y alejarme de todo esto?

Luego Dervish y Meera se fueron al estudio, por lo que Bill-E y yo nos dirigimos a explorar el bosque cercano, en busca del tesoro enterrado de Lord Sheftree.
Si lo encontramos, no se lo digas a nadie— dice Bill-E, hurgando entre las raíces de un viejo roble muerto—. Esperemos hasta que seamos mayores y sepamos más acerca de estas cosas, luego lo vendemos secretamente y dividimos las ganancias cincuenta y cincuenta. ¿Te parece?
Tal vez me deshaga de ti y me quede con todo—, gruñí.
No funcionaria— dice seriamente. —Llevo un diario. Si me muero, el Abuelo y la Abuela Spleen lo encontrarán, leerán sobre nosotros buscando el tesoro, y sumarán dos más dos.
Piensas en todo, ¿no?— Reí.
Eso intento—dice sin modestia. —Lo saqué de Dervish y nuestros juegos de ajedrez. Él siempre me molesta con que debo maximizar mi potencial y usar más mi cerebro.
¿Qué pasa con él y al ajedrez?— Pregunto. —Mi mamá y mi papá eran iguales, como si fuera lo
más importante en el mundo.
Yo no sé nada acerca de tu madre— dice Bill-E —, pero es una tradición familiar por el lado de tu papá. Siete u ocho del clan han sido grandes maestros. Cuando Dervish habla sobre sus antepasados, a menudo menciona a grandes jugadores de ajedrez, e incluso juzga a la gente por su capacidad en el tablero. Una vez le pregunte acerca de uno de sus familiares, una niña que murió hace unos treinta años, parecía interesante en su foto y yo quería saber cómo era. Él sólo gruñó y dijo que no era muy buena en el ajedrez. Eso era todo lo que tenía que decir sobre ella.

Bill-E decide que el tesoro no está enterrado bajo ese árbol, por lo que tras recoger nuestras herramientas, un hacha y una pala, vamos en busca de otros lugares posibles.
¿Con qué frecuencia vienes en busca de este tesoro?— Pregunto.
Depende del clima—responde. —En verano, cuando hace calor y las noches son largas, tal vez tres o cuatro veces al mes, pero sólo una en invierno.
¿No tienes amigos?— Le pregunto sin rodeos: he notado que no habla mucho acerca de otros chicos, a menos que esté hablando sobre la escuela. Y siempre tiene tiempo de sobra para visitarnos a Dervish y a mí. Nunca ha dicho que no puede venir o que tiene que irse antes de tiempo para ver a alguien más.
No muchos—dice con sinceridad. —Tengo compañeros en clase, pero no veo a gran parte de ellos fuera de la escuela. Al abuelo y a la abuela les gusta mantenerme encerrado, seguro y cómodo, lo que es parte del problema; y la otra parte es que me gusta pasar tiempo con Dervish. Aunque creo que más que eso soy simplemente raro, y no muy bueno para hacer amigos.
Te has hecho amigo de mí con bastante facilidad—le recuerdo.
Pero tú eres como yo—dice. —Una persona de afuera, diferente, extraño. Los dos somos raros, por eso nos llevamos bien.
No estoy seguro de que me guste como suena eso, nunca había pensado que fuera un bicho raro, pero sería infantil pararme y gritar algo así como: —¡Yo no soy raro!— Así que lo dejo pasar y sigo a Bill-E para internarnos más profundo en el bosque.

En medio de un matorral, elegimos un claro en el que podemos excavar. Encuentro un parche de suave tierra entre dos piedras, me pongo a escarbar en él y la tierra se desmorona como si hubiera un hueco debajo.
Probablemente solo sea un refugio de un animal, pero tal vez, solo tal vez...
Creo que esto podría-— comienzo a decir.
¡Ssshh!— Me silencia rápidamente.
Bill-E presiona sus dedos sobre los labios en señal de silencio. Se agacha más, y yo hago lo mismo. Me doy cuenta por la intensa expresión en su rostro de que no está jugando. Mi corazón se acelera y sujeto con fuerza mi hacha. Recuerdo ese cuarto, esa noche, y el terror comienza a clavar sus garras en mí.
Lo puedo oler— susurra Bill-E. —Si nos ve, ríe y actúa como si estuviéramos tratando de sorprenderlo. Si no lo hace, mantente agachado hasta que yo te diga.
¿Quién es?— murmuro. Bill-E ignora la pregunta y se concentra en los árboles más allá del
matorral.
Pasan diez segundos. Veinte. Treinta. Cuento dentro de mi cabeza, igual que cuando estoy nadando y tratando de mantener mi respiración bajo el agua. Pensando, si son ellos, ¿debo correr o tratar de luchar?
Sesenta y nueve, setenta, setenta y uno... un par de pies, zapatillas, calcetines color verde lima. Sofoco una risa. ¡Sólo es Dervish! El terror pasa y el latido de mi corazón se tranquiliza. Hago una nota a mí mismo para golpear a Bill-E más tarde por asustarme de esa manera.
Bill-E se mantiene abajo mientras Dervish pasa los matorrales y se aleja a través de los árboles más allá. Entonces se retuerce lo más silenciosamente posible y se pone de pie, mirando hacia la dirección por la cual desapareció Dervish.
¿Qué fue eso?— Le pregunto, limpiándome y poniéndome de pie.
Vamos a seguirlo—, dice Bill-E.
¿Por Qué?— se me viene una idea. —No crees que vaya a encontrarse con Meera aquí, ¿verdad?— Sonreí con astucia y le di un codazo en las costillas.
Bill-E me observó. —¡No seas estúpido!— dijo bruscamente. —Confía en mí, ¿vale?— Antes de que alcanzara a responder, se deslizó en persecución de Dervish, como un rastreador indio. Me retrasé unos pasos, confundido, preguntándome cual era el sentido de este tonto juego y hacia donde nos llevaría.
Han pasado varios minutos y aún estamos siguiendo el rastro de Dervish. Bill-E mantiene a su presa a la vista, pero se cuida de no delatarse a sí mismo, moviéndose con un sigilo sorprendente, lo que hace que me sienta como un toro torpe detrás de él.
Dervish se detiene y se inclina. Bill-E contiene la respiración, retrocede y me arrastra a su lado.
¿Puedes ver?— susurra.
Puedo ver su cabeza y los hombros— gruño, entrecerrando los ojos. No hay señales de Meera, ¡mala suerte!
Fíjate en sus manos cuando se levante.
Hago lo que me dice Bill-E. Momentos más tarde, mi tío se levanta, sosteniendo algo rígido y de color rojo. Consigo una visión más clara cuando se gira hacia la izquierda, se trata de un zorro muerto, su cuerpo completamente destrozado.
Dervish saca una bolsa de plástico y pone al zorro en ella. Estudia el suelo a su alrededor, y sigue adelante.
Bill-E espera un par de minutos antes de avanzar al lugar donde Dervish encontró al zorro. La tierra está manchada de sangre, trozos de piel y vísceras.
La sangre no se ha coagulado— señala Bill-E, tocando el líquido rojo con una ramita, y levantándola en el aire como si juzgara la calidad de la sangre en ella. —Al zorro lo deben haber matado ayer por la noche o temprano esta mañana.
¿Y qué?— le pregunto, perplejo. —Un zorro muerto, ¡gran cosa!
He visto a Dervish recoger otros como ese— dice Bill-E en voz baja. —Hay un incinerador en el
la parte lejana del Valle. Dervish tiene la llave, tira los cadáveres ahí y los quema cuando no hay nadie alrededor.
El método más higiénico—, señalo.
Dervish no cree en la interferencia con la naturaleza— indica Bill-E. —Dice que los cadáveres son una parte importante de la cadena alimenticia, y que debemos dejar a las criaturas muertas donde las encontramos, a menos que puedan causar molestia a las personas.
¿ A qué te refieres exactamente...?— Pregunto cortantemente.
Bill-E no responde. Se queda mirando el suelo del bosque, pensando, se gira bruscamente y ordena.
Sígueme—, suelta, rompiendo a correr, y no me queda más opción que correr tras él.
Llegamos a un claro junto a un arroyo, con un hermoso sol de la tarde sobre nosotros. Me acuesto y bebo mientras Bill-E arrastra una gran bolsa de plástico negro de debajo de un arbusto.
He recogido estas durante los últimos tres meses—, dice él, desatando un nudo en la parte superior de la bolsa. —Vi a Dervish quitando un par de cuerpos durante los meses anteriores, y pensé en mantener un ojo abierto en lo que respecta a cadáveres y esconderlos antes que él los encontrara. Termina con el nudo, toma el fondo de la bolsa y tira el contenido al suelo. Un enjambre de moscas se eleva en el aire, el olor es repugnante.
¡Que diab...!— Toso, tapándome la boca y la nariz con las manos, mis ojos llorosos.
Hay un montón de huesos y restos de carne a los pies de Bill-E, quien los separa cuidadosamente con un palo grande.
Un tejón— dice, señalando a uno de los cadáveres en descomposición. —Un erizo, un cisne, un-
¿Qué demonios es esta mierda?— Interrumpo con rabia. —Ese olor es suficiente para derribar-
No sé por qué sentí que tenía que esconderlos— dice Bill-E en voz baja, con la vista puesta en los pútridos cadáveres. Me mira. —Ahora lo sé, era para mostrártelos a ti
Miro de nuevo con incertidumbre. Esto me parece muy extraño, si Bill-E estuviera tratando de asustarme, podría entender, incluso apreciar, la broma. Pero no hay risa en sus ojos, no hay ningún macabro deleite en su expresión.
No a ti personalmente—, continúa, mirando de nuevo a los animales. —Pero parte de mí debe haber querido mostrárselo a alguien. Era sólo cuestión de tiempo hasta que la persona correcta llegara.
Bill-E—murmuro—, me estás asustando.
Acércate más—, dice.
Estudio su expresión y luego la pala tirada junto a él en el suelo. Cierro el puño alrededor de mi hacha y camino unos pasos hacia él, deteniéndome justo antes de llegar a su alcance.
Míralos—dice, señalando a los animales.
Al igual que el zorro que Dervish encontró, sus cuerpos habían sido destrozados, las cabezas y miembros no estaban presentes o habían sido reducidos a pedazos, recordándome a la imagen de papá colgando del techo.
Voy a regresar—me quejo, dándome la vuelta.
Estos no han sido asesinados por animales—dice Bill-E. Me detengo. —Mira la manera en que sus estómagos han sido destrozados, pero por el centro. Y las marcas de mordida no corresponden a la de ningún depredador que yo conozca. Si esto fuera obra de un lobo o un oso, la marca sería más espaciada y más grande, debido al tamaño de sus mandíbulas.
No hay lobos u osos por aquí—señalo frunciendo el ceño.
Lo sé. Pero tenía que asumir que podría haber sido un oso, un lobo o un perro salvaje, hasta que pudiera examinar los cadáveres con mayor detalle. No me gusta saltar a conclusiones.
Pero debes haber pensado en algo desde entonces— señalo con ironía. —Así que dilo de una vez. ¿Qué crees que hizo esto?
No estoy seguro— dice Bill-E de manera uniforme. —Pero he comprobado las marcas de dientes en los mejores libros de biología y sitios web que he podido encontrar, y lo único que he podido descubrir es que son similares a los monos
¡No me estarás diciendo que se trata de King Kong!— grito.
O a los de un ser humano—concluye Bill-E.
Lo sigue un silencio frío y espeluznante.



Bill-E me lleva hasta el estudio de Dervish. No estoy seguro de donde se encuentra éste, pero su moto no está fuera, por lo que no debe estar en casa. La moto de Meera también ha desaparecido.
No deberíamos estar aquí—le susurro con ansiedad. —Dervish dijo que esta sala estaba mágicamente protegida.
Lo sé— responde Bill-E. Da un paso delante de mí, extiende sus brazos y canta. No sé que
idioma está usando, pero las palabras son largas y líricas. Gira mientras canta con los ojos cerrados, concentrándose. De pronto se detiene y abre los ojos. —Es seguro—gruñe.
¿Estás seguro?
Dervish me enseñó hace años ese hechizo. Lo actualiza cada cierto tiempo, cuando cambia el
hechizo de protección de la casa. Probablemente será uno de los primeros hechizos que te enseñe cuando decida que estás listo para aprender.
Me siento incómodo, sobre todo porque le prometí a Dervish que no iba a venir aquí sin él, pero no hay nada que detenga a Bill-E, y yo soy demasiado curioso para echarme atrás.
¿Qué estamos buscando aquí?— le pregunto, siguiéndolo hasta las estanterías. Vino aquí directamente desde bosque, sin decir nada más sobre los animales muertos que había recogido.
Esto—dice Bill-E, levantando un gran libro sin título por debajo de uno de los estantes de la Pc de Dervish.
Lo pone sobre la mesa, pero no lo abre.
Los demonios mataron a tus padres y hermana—murmura. Mis entrañas se congelan. Mira hacia arriba. —Nosotros vivimos en un mundo de magia. Mi idea haría a una persona común reír con desprecio. Pero nosotros no somos ordinarios, somos Gradys, descendientes del mago Bartholomew Garadex. Recuérdalo.
Abre el libro. En su interior, arrugadas páginas color crema escritas a mano. Trato de leer unos párrafos, pero las letras son indescifrables garabatos y remolinos.
¿Es latín, griego, una de esas lenguas antiguas?— pregunto.
Es Inglés,— responde.
¿Codificado?
Casi sonríe —En cierta forma, Dervish lanzo un hechizo sobre él. Las palabras están escritas con claridad, pero no podemos interpretarlas sin desentrañar el hechizo.
Da vuelta la primera página y pasa un dedo sobre el título en la parte superior. —Licantropía a través de los siglos —entona.
¿Cómo sabes eso si no se puedes romper el hechizo?— lo desafío.
Dervish me lo leyó una vez —me mira con malicia. —¿Sabes lo que significa licantropía?
¡Por supuesto!— resoplo. — ¡He visto películas de hombres lobo!
Bill-E asiente con la cabeza. —Dervish leía partes de él para mí. Todo tenía que ver con leyendas de hombres lobo y sus reglas. Está fascinado por los hombres lobo, muchos de sus libros se centran en los cambiadores de forma.
Bill-E llega a casi el final del libro, explora las páginas, encuentra lo que está buscando y pone su dedo sobre una fotografía. —Descubrí esto hace más o menos un año—dice en voz baja. —No pensé nada sobre ella en ese entonces, pero cuando vi a Dervish retirar los cuerpos de los animales
hace unos meses, y encontré otros hechos jirones... siempre cerca de la luna llena...
No puedo creer a donde vas con esto—murmuro.
Recuerda a los demonios—dice, y voltea el libro hacia mí. Todo lo que puedo ver es la cara de la foto, un hombre joven, de unos dieciséis o diecisiete años, su mirada desesperada, delgado, su cara distorsionada, con mucho pelo, una mandíbula contundente, dientes afilados, y ojos amarillos. Hay algo familiar en su cara, pero me lleva unos segundos comprenderlo. A continuación, encaja, me recuerda a una de las caras que cuelga cerca de las fotos de papá y Gret en la sala de retratos.
Steven Groarke—dice Bill-E. —Un primo que murió siete u ocho años atrás.
Lo conocí una vez—le susurro. —Pero era muy niño así que no recuerdo mucho de él, excepto que no tenía el pelo o los dientes de esa forma.
Bill-E da vuelta la página y se detiene en otra foto de la sala de retratos, esta vez es una niña. —Kim Reynolds. Tenía diez años de edad cuando murió, supuestamente en un incendio.
Sigue pasando las hojas, casi hasta el comienzo del libro. Se detiene en un dibujo a mano de un hombre desnudo, excesivamente peludo, encorvado en cuatro patas como un perro o un lobo, los dientes afilados como navajas, garras en sus manos, la cabeza alargada, los ojos amarillos, salvajes.
Eso no es humano—digo entre dientes, con la boca seca.
Creo que lo era— me contradice Bill-E. —No puedo estar seguro, pero lo he comparado con un dibujo de Abraham Garadex, uno de los hijos del viejo Bartholomew, y juraría que son iguales.
Me acerco con dedos temblorosos y cierro suavemente el libro—dilo—, gruño. —Di lo que me trajiste hasta aquí para decirme.
No estoy diciendo esto para desconcertarte— comienza Bill-E. —No le diría esto a nadie más, pero tú fuiste lo suficientemente honesto como para decirme acerca de los demonios, así que creo-
¡Solo dilo!-exclamo.
De acuerdo— Bill-E respira profunda y relajadamente. —Creo que las personas del libro eran hombres lobos. Creo que la licantropía corre en nuestra familia, y lo ha hecho por cientos, quizá miles de años. Creo que tu tío, mi padre, la tiene.

Creo que Dervish es un hombre lobo.

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