10. SARTEN
Traducido por: Shintzu
El demonio
vuela directamente hacia mí, como una flecha disparada con un arco.
Un grito se acumula en la parte posterior de
mi garganta, pero antes de que pueda surgir, el Kallin golpea una barrera
invisible y se desvía. Se estrella contra un grupo de otros peludos demonios.
Irritados, sus colmillos saltaron hacia
adelante y desgarraron al primer Kallin en pedazos. Trozos sangrientos salieron disparados por todas partes.
Me
presiono con fuerza contra Raz mientras los demonios que nos rodean, gruñen a
la barrera, retorciéndose alrededor de la misma buscando puntos débiles.
En cuestión de segundos cubren por completo
la barrera, bloqueando nuestra visión del cielo, sumiéndonos en una oscuridad
casi total. Puedo ver
por la luz que se desprende de los parches, pero los demás deben estar casi
ciegos.
Nadia
chasquea sus dedos y una bola de fuego aparece sobre nosotros.
Yo prefería la oscuridad.
Podemos ver a los Kallin con más detalle
ahora, sus cuerpos largos y peludos, los pelos tiesos, de punta sobre los que
se mueven, su boca anormalmente grande y los colmillos. Babean mientras serpentean a través de la
superficie de la barrera. Pronto es
como mirar a través de una ventana manchada de saliva y asquerosos jugos.
Raz esta
sudando. También
Sharmila y Nadia. Temblando,
no con miedo, sino por el esfuerzo de mantener la barrera.
Esto es difícil. No creo que puedan sostenerla por más de
unos minutos. Echo un
vistazo a Beranabus y la ventana en la que está trabajando.
Está muy lejos de completarse.
Unos pocos minutos no serán suficientes.
Uno de
los Kallin penetra la barrera con la cabeza. Chilla triunfalmente, chasqueando sus
colmillos, tratando de pasar el resto de su cuerpo. Me pongo tenso, preparándome para pelear, pero Nadia grita un breve
hechizo y la barrera se cierra fuertemente alrededor del demonio, cortando su
cabeza.
La cabeza
cae al suelo, pero las mandíbulas siguen abriéndose y cerrándose.
Se arrastra hacia adelante con sus
colmillos, decenas de ojos brillando con enojo. Me pongo de rodillas, de frente a la cabeza, tratando de
reunir la magia para usarla contra él. En su lugar, presa del pánico, vomito.
El demonio hace ruidos ahogados (aún puede
hacerlos) y se arrastra hacia mí a través del charco de vómito.
Lo contemplo asqueado y aterrorizado.
Entonces, cuando ya está a punto de
arrastrarse fuera de la piscina vomito, tengo una idea. Me acerco, toco el vómito con un dedo y lo cargo con magia, la cual
fluye a través de mí desde una fuente desconocida.
El vomito
burbujea y se convierte en ácido. La cabeza del Kallin se sacude violentamente. Desesperado, se lanza fuera de la piscina,
con un colmillo superior como una pértiga improvisada. Cierro mi mano haciendo un puño y, rugiendo
con miedo, empujo la cabeza hacia abajo. Se estrella contra el acido.
La cabeza se sacude unas cuantas veces más,
luego se disuelve, burbujeando en sangrientos hilos enredados.
Una
sensación de poder y victoria corre a través de mí. ¡He matado a un demonio!
¡Y use magia para destruir su horrible
trasero! ¡Soy
Hércules, Sansón y Thor, todo en uno! Contemplo fijamente a los miles de Kallin,
ansioso porque alguno logre colarse, y así lo pueda despachar como a la fritura
de su hermano. —Vamos—,
Gruño. — ¡Atrévanse, los convertiré a todos en guiso!
—El niño se divierte—, señala Raz, sus
dientes castañeando debido al esfuerzo de mantener la barrera en su lugar.
—Yo no creo que este tan... ansioso de luchar...
cuando se rompa la barrera... y se abalancen sobre nosotros... todos juntos —,
Sharmila murmura.
Nadia no
dice nada. Ella está
mirando al frente, los ojos bien abiertos ahora, el sudor llenando sus marcas
de viruela en el rostro. Aterrorizada.
Superado por
el éxito, olvidando que hace unos momentos estaba vomitando y con más miedo del
que nunca había tenido, decido arreglar el asunto con mis propias manos.
Girándome hacia donde Beranabus esta armando
una ventana, veo las luces pulsando durante un par de segundos.
Entonces, impaciente, me arrimo y empujo un
parche de luz hacia el grupo. Se desliza por delante de mis dedos, colocándose como una pieza de
rompecabezas en su lugar. Empiezo a mover las demás. Es simple. Ni
siquiera tengo que tocar las luces, sino que estas se mueven delante de mis
dedos, sin peso, como si una brisa las manipulase.
—¿Qué
estás haciendo?— Beranabus salta.
—Yo puedo hacerlo más rápido que tú—, le
digo, añadiendo más zonas de luz a la ventana ya en rápida formación.
—Me estás
distrayendo— Beranabus gruñidos. —¡Fuera de
mi camino antes de que...
—¡Eres
demasiado lento!— , grito.
—¡Tú no puedes ver las luces!
Yo sí puedo. Así que déjame hacerlo. Puedo hacer... — Hago una pausa. Las luces a mi alrededor han dejado de pulsar.
Para un segundo, tengo un pánico
absoluto. ¡No puedo
completar la ventana! Entonces me doy cuenta de lo sucedido.
—¿Hacia dónde estabas tratando de
abrir la ventana?— Jadeo.
Beranabus comienza a discutir.
—¡Sólo dime!— Grito.
Beranabus entrecierra los ojos y dice: —Yo
estaba en busca de Cadáver.
Pienso en
el demonio que robó a mi hermano. Recuerdo sus largas piernas, cuerpo rechoncho, dedos gruesos y peludos.
Su rostro, medio canino, medio humano.
Sus orejas caídas y grandes ojos blancos.
Los
parches de luz comienzan a pulsar de nuevo. Con entusiasmo, me estiro y
comienzo a colocarlas en su lugar, creando una ventana. No estoy seguro de cómo o por qué esto
funciona, pero sé que tengo razón. Nunca estuve loco. Las luces no eran imaginarias. Estaban allí por una razón, y ahora esa
razón está clara. No puedo
usar la magia para hacer castillos de arena o barreras, ¡pero seguro como el
infierno que puedo abrir ventanas a otros mundos!
Beranabus
me contempla sin palabras. Él no puede ver las luces. Él sólo ve mis manos moviéndose con rapidez, los dedos volando en
todas direcciones, como un conductor enojado. Pero siente la magia. Y, sabe, y desea, que no esté desperdiciando nuestra única
oportunidad de sobrevivir.
—¡Maestro!—
Raz grita.
—Shush—,
dice Beranabus. —Déjalo
trabajar. Si él
puede hacer lo que yo pienso...
—¡Pero la
barrera!— Raz
contesta. — ¡No
podemos sostenerla! ¡Puedo sentir como se desmorona!
Beranabus
murmura un hechizo rápido y tengo la sensación de que la barrera que nos rodea
se espesa. Los
gritos de los demonios y el aullido del viento se silencian un poco.
—Relájate—,
Beranabus me dice. —Puedo
mantener esta barrera durante mucho tiempo ahora que no tengo nada más en que
centrarme. Tienes tiempo.
Yo no
respondo ni me distraigo. Estoy demasiado excitado. Puedo ver la ventana casi terminada. Por primera vez en mi vida me siento
completamente en control de mí mismo y el mundo que me rodea.
Tengo un propósito. Sé cuál es mi razón de existir.
Este es mi regalo. Porqué siempre me sentí
como un inadaptado. Yo tenía
un gran poder. Un
destino.
—¿Qué
está haciendo?— Nadia le pregunta.
—Algo
que nunca he visto a nadie hacer—, dice en voz baja Beranabus.
—Ni siquiera al más poderoso Maestro
Demonio.
—¿Estás
seguro de que no está teniendo algún tipo de alucinación?— Sharmila pregunta.
—Estamos muertos si es así, — Beranabus ríe.
—No me gusta
esto, Maestro, — dice Raz. —Poner
nuestras vidas en manos de un niño sin probar...
—Los
niños son a menudo los verdaderos salvadores—, dice Beranabus.
—Al no saber las reglas de los universos,
a veces pueden cambiar las mismas en su cabeza. Debemos confiar, Raz Warlo.
Y tener Fe. —Puedo sentir sus ojos quemando
en mi espalda. —El niño
es todo lo que tenemos.
No pienso
en mi gran responsabilidad. Todo en lo que me centro es en los parches de luz, pulsando a mi
alrededor, deslizándose desde el mundo exterior, pasando a través de las filas
de Kallin y la barrera. Nada puede detener las luces, interferir con ellas o desviarlas de su
curso. Excepto
por mí. Yo soy su maestro. Puedo hacer lo que quiera con ellas.
Mis manos
se convierten en algo borroso. El panel de luces tiene dos pies de ancho, tres pies de altura... cuatro...
cinco. Mientras
estoy añadiendo un gran bloque hexagonal azul a la masa, las luces pulsan al
unísono un par de veces, luego cobran un color blanco mate constante.
—¡Por
todos los dioses!— Raz jadea.
—¡No me
lo creo!— Sharmila exclama.
—¡No!—
Nadia susurra con incredulidad.
Beranabus sólo se ríe y dice: —Mis
felicitaciones, Kennel.
—Es
Kernel—, Lo corrijo, mirando su cara barbuda y con ojos pequeños y oscuros.
—Kernel Fleck. Maestro de las luces.
Él
inclina la cabeza, reconociendo mi poder. Nunca me he sentido más vivo o especial.
Los otros miran de mí hacia la ventana,
luego nuevamente a mí.
—¿Cómo?—
Nadia pregunta.
Beranabus
habla antes que yo pueda. —Vamos a guardar las explicaciones para cuando no estamos rodeados de
miles de demonios.— Él se
queda mirando a las filas de la Kallin retorciéndose. Sonríe.
A continuación, pasa a través de la
ventana de la luz. Echo un vistazo a los otros, sonriendo con orgullo.
Ahora también sonríen.
Una
última mirada a los Kallin. Están chillando más fuerte que nunca, furiosos con
nosotros por escapar de la trampa. Riendo,
les levanto un dedo, y me acerco a la ventana y con entusiasmo paso después de
Beranabus, pensando que ningún lugar del universo puede ser tan malo como este
lugar.
¡Error!
Espero con ansias el proximo.
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